Y de este modo tan sencillo se produjo un delicioso desconcierto en la clase. En medio de ese caos inesperado la magia hizo su entrada y transformó a los sufridos adolescentes que moraban en ese lugar en superhéroes indiscutibles para los pequeños visitantes recién llegados.
Los unos se miraban a los otros con curiosidad, y cada pequeño elegía al posible autor de su cuento con un sentimiento agridulce de temor y admiración.
Y como una imagen vale más que mil palabras ahí van unas cuantas:
Y tras una charla entre ilustrador y autor, en la que el primero iba relatando qué representaba su obra, todos dejaron sus dibujos en manos de los componedores de cuentos. Continuará... |
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